lunes, 13 de octubre de 2008

Porne-Grafía / Los Griegos no tienen la culpa (Por Derry Moore)


Porne-Grafía / Los Griegos no tienen la culpa

“Descripción de una prostituta”, rigor semántico sobre la etimología del término. Cabe destacar que, ni por un instante, aquella maravillosa sociedad antigua usó tal expresión. ¿Entonces qué deberíamos entender por Pornografía?

Quizás una buena explicación o descripción sería:

“Un conjunto de materiales, imágenes o reproducciones de la realización de actos sexuales con el fin de provocar la excitación sexual del receptor”.

Ahora bien, ¿y el arte? Varios artistas han explorado e indagado en la pornografía y se los ha denostado por llevar a cabo una representación “obscena” . La definición de obscenidad como tal nos remite a calificativos del tipo “repulsivo, detestable, basura”. Me pregunto si Egon Schiele es digno de alguno de ellos…

La verdad es que la Pornografía existe desde que el mundo es mundo. Bastaría con el solo ejemplo de las Venus Paleolíticas, quienes “rezaban” por fertilidad y buenas cosechas. Pornografía animista entonces, desplazamiento de la energía del sujeto al objeto. Objeto y sujeto, por lo menos uno de estos dos elementos ha sido contemplado por Descartes. Al respecto cito uno de sus puntos en el discurso del método:

El precepto de la comprobación: hacer siempre revisiones amplias para estar seguros de no haber omitido nada. La sexualidad, como hecho tan magnificente en nuestras vidas, amerita entonces que tratemos de abrir el análisis -también- hacia puntos sociales.

En primera instancia –y ya que hablamos de omitir– la moral y sus principios éticos han sufrido siempre la omisión de un mejor y más amplio análisis. Cuando hablo de “sufrimiento” me refiero al oscurantismo y la relevancia que pudieran tener aquéllos en relación a los poderes de turno.

Quizá uno de los ejemplos más adecuados en referencia a este tema podría ser Calígula, quien –entre tantas otras cosas– dice haber convertido su imperio en un “burdel”, matar por pura diversión y hacer alarde de sus amoríos con las mujeres de sus súbditos. Poder.

Sigmund Freud sugeriría entonces que esa búsqueda de poder está directamente relacionada con lo sexual. La libido como un todo. ¿Será Calígula un predecesor de la pornografía pública al idear orgías monumentales y multitudinarias? Ciertos aspectos del voyeurismo -brecheros– hacen pensar que sí lo es, volviendo a uno de los primeros conceptos de mostrar o mostrarse para la excitación sexual, en este caso de un tercero.

Ahora bien, si el poder como tal, las ambiciones, son el producto de una libido incesante, no podemos dejar de analizar el contexto.

Diferencias fundamentales en cuanto a lo pulsional y lo instintivo; somos seres humanos, por lo cual podemos abstraer, dejamos caer lo instintivo para llegar a lo pulsional. La pornografía es a causa de esto, de la capacidad de abstracción; no existiría dicho género en lo instintivo.

Cabe destacar que existe un vasto público que consume pornografía sin ningún tipo de abstracción. Será entonces saciar su impetuosidad meramente onanista y tomar al género como una simple mercancía . Refiriéndonos a Karl Marx y su gigantesco análisis sobre el tema, ese acto de consumo siempre irá en contra del ser humano, vaciándolo de contenido y transformándose entonces él mismo en una mercancía más.

Aquí me atrevo a hablar sobre el capitalismo y su poder de resignificar arte en consumo. Obras plasmadas por artistas de la talla de Picasso, por caso, netamente pornográficas o, como suelen llamarle algunos, “relatos de relaciones sexuales”...

Pues bien, dista muchísimo de la mencionada resignificación el expresar un creador a través de su arte uno de los aspectos fundamentales de la vida, lo sexual y pulsional. Así como a Picasso podríamos nombrar a cientos de artistas que lo han pensado de esta manera.

Un caso artístico que me toca de cerca es el director de cine César Jones, quien cursó toda su carrera terciaria en la Universidad de Bellas Artes de la ciudad de La Plata. César, después de haber estudiado más de seis años en una facultad (con todo lo que ello significa), tiene que soportar todavía la pregunta cargada de fascismo: “¿por qué habiendo hecho esta carrera te dedicás a la pornografía?”. Mil respuestas se me vienen a la cabeza para contrarrestar semejante acto de torpeza a quien lo estuviese entrevistando; la más lógica e instantánea sería que el interlocutor (que en realidad no lo es) debería ser también director de cine para poder hablar con autoridad.

Nos tienen – o nos quieren convencer – de que el “mostrar” implica lo obsceno , el “mal gusto”… ¿El gusto de quién/es? ¿Bajo qué análisis? Inevitablemente tenemos que hacer foco en lo social.

Me arriesgo a compartir y citar –a mi modesto entender– a quien creo ha descrito este rigor y adoctrinamiento social de una manera brillante:


"El delito es netamente sexual”, Michel Foucault.



Si bien el aserto de Foucault podría ser extensivo a muchísimas otras cuestiones sociales, me refiero a él respecto del caso que estamos analizando: la pornografía.

Nos han adoctrinado para que pensemos que lo sexual es obsceno, impuro, basura. Que lo sexual merece un “respeto” distinto a casi todas las demás cuestiones de la vida, que la práctica del sexo merece y debe ser castigada, que la virginidad es una virtud, que en todo caso “nos permiten” entonces practicar la fornicación pero de una forma monogámica –y obviamente consumar el acto pero sólo a los fines de la procreación y nunca acicateados por nuestras pulsiones. Podría nombrar así infinidad de condenas éticas y morales a quienes practiquen y practicaren este cochino acto sexual.

Ahora, cuando Foucault hace referencia a esto, nos está hablando de Delito.

Vamos entonces al ejemplo más claro en tanto delictivo, perverso y sí realmente obsceno: la televisión.

Recuerdo ahora que hace muy poco tiempo el director de cine y amigo Tony Panero -quien también incursiona en la dirección de películas pornográficas- fue entrevistado en un canal de televisión; los conductores del envío le preguntaban sobre cualquier cuestión aledaña y nunca por el arte en sí mismo, para finalizar la nota diciendo: “Bueno, cuando termines tu próxima película pornográfica obviamente acá no la vamos a poder pasar… je je”. Acto seguido y sin solución de continuidad dan paso a unas imágenes en las que se muestra como una turba lapida – literalmente– a una menor de edad a patadas, trompadas y por si esto fuera poco, remata con un ladrillazo en la cabeza. Los minutos pasaban y nos seguían mostrando lo que ya probablemente fuera un cadáver, al que continuaban pateando y escupiendo.

Seguía resonando en mi cabeza lo que los periodistas le dijeran a Tony:
“Bueno, cuando termines tu próxima película pornográfica obviamente acá no la vamos a poder pasar… je je…”.

¿La abstracción en estos casos no existe? ¿Es de “mal tono” o “mal gusto” gente teniendo una relación sexual y no lo es retransmitir la ejecución pública de una adolescente? ¿Es mucho mejor que un espectador de corta edad entienda que eso sí está "bien"? Creo que esta estrategia facilita la lectura sociopolítica moderna de que la vida como tal no tiene ningún valor, por ende se mata a una persona o bien además se mata al arte.

Más fuerza toma el análisis de Foucault, el Poder en su máxima expresión, represivo y aleccionador.

La pornografía es un conjunto de imágenes artísticas para ser interpretadas como tales, en el arte no hay segundas lecturas sobre el Poder -llámeselo también manotazos de ahogado de los arcaísmos burgueses, que no quieren darse por enterados de que las pseudo democracias de consumo en las que vivimos han desbordado completamente semejantes marcos de referencia. Creen todavía en una cultura que sea el paraíso de los hipócritas.

Los artistas no nos vamos a correr de nuestro discurso, no sucumbimos a las limosnas del poder, no lograrán que la pornografía sea tildada de obscena, nunca vamos a dejar que se mancille la expresión artística, le guste a quien le guste, le convenga a quien le convenga.

Para pornografía, hay películas.

Para obscenidad, está la televisión.


Derry Moore , 9 de octubre, 2008

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